viernes, 14 de agosto de 2009

5 de julio

Cuando escribo esta columna, no han cerrado aún las casillas electorales. Tampoco se conocen encuestas de salida. Prevalece la incertidumbre democrática. Resultados preliminares empezarán a fluir durante la noche del domingo. Los cómputos distritales, que arrojan los resultados definitivos de la elección federal, se van a realizar a partir del próximo miércoles. Hasta entonces sabremos la distribución del poder en los espacios de decisión política. A partir de ese momento conoceremos cuál es el juicio de los ciudadanos sobre los partidos y la orientación que han mandado para las políticas públicas.

En las primeras horas de la jornada, los datos sobre el desempeño organizativo del IFE son ejemplares. Se instaló 99.9% de las casillas previstas, en un menor tiempo que en procesos electorales precedentes. De ese universo, en 99.8% de los casos, presidió la casilla el ciudadano insaculado y capacitado por el IFE. Estas primeras noticias de la jornada muestran que la memoria institucional encarnada en el servicio profesional electoral y la concurrencia generosa de los ciudadanos en las tareas de recibir y contar los votos son las palancas fundamentales de la institucionalidad electoral.

Cada partido decidirá ahora qué hacer con la parte de poder que los ciudadanos le han prestado. Si utilizan esa capacidad de decisión para apuntalar candidaturas frente a la elección de 2012 o si la invierten en la confección de soluciones a los problemas sociales. En los próximos tres años, los responsables deberán acometer la tarea de fortalecer las finanzas públicas y resolver la caída de los ingresos petroleros; tendrán la responsabilidad de mejorar las condiciones estructurales en seguridad jurídica y pública, para atraer más inversión y alentar la competitividad de la economía; revisar la ley laboral con miras a introducir incentivos virtuosos a ese mercado y que detonen la productividad del país; realizar reformas al sector de las telecomunicaciones y a los energéticos para generar una plataforma que financie el desarrollo en el mediano y el largo plazos y, en particular, la formación de capital humano.

A partir de que las autoridades definan los resultados de las distintas elecciones, quedarán atrás la campaña, el debate y los contrastes. Empieza un nuevo ciclo para los acuerdos y la construcción colectiva de políticas públicas. Los matices que se subrayan en toda elección deberán ser sustituidos por las coincidencias que definen mayorías socialmente útiles. Deliberar, negociar, acordar, no es una potestad de los partidos, sino una responsabilidad frente a los ciudadanos que les dieron su confianza. Los votos que cada ciudadano emite a favor de un partido o de un candidato deben ser correspondidos con resultados tangibles. En las democracias con gobiernos divididos, en esos sistemas políticos en los que el poder se comparte y la responsabilidad se reparte, distintos actores pueden decidir o evitar que se decida. No hay decisiones en solitario, sino concurrencia necesaria y obligada.

Los procesos electorales siempre tienen un día después. Y ese día después, y el que le sigue, son para hilvanar decisiones. Hasta que llegue el siguiente proceso electoral y venga la nueva hora de los contrastes y las diferencias.

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