sábado, 30 de mayo de 2009

Eficacia


Eficacia
Roberto Gil Zuarth
25-May-2009
La senectud política de los priistas se esconde tras la eufemística invocación de ese concepto




En el octogenario aniversario del PRI, su dirigente nacional deslizaba la estrategia de campaña: “Nosotros sí sabemos gobernar”. Para justificar que regresan los mismos de siempre, que se resisten a abrir paso a nuevas generaciones y sólo prospera quien mejor se acomoda en las “fuerzas vivas”, los priistas recurren al argumento de que la alternancia es la causa de todos los males nacionales. Tras la salida del PRI, dicen sus voceros, el país es el reino del amateurismo político. Los políticos profesionales, los que saben de formas, los herederos del “proyecto histórico” están en el PRI. La senectud política de los priistas se esconde tras la eufemística invocación de la eficacia: nadie mejor que ellos para generar resultados; nadie mejor que ellos para expresar la conciencia nacional. Ocho años han sido suficientes para extrañarlos. Los ciudadanos ya aprendieron su lección; ya se dieron cuenta de que se equivocaron al expulsarlos del poder.

La eficacia es un valor en política. Reflejo, instinto, capacidad de adaptar la realidad y alcanzar un objetivo. Cálculo estratégico que alinea los medios a los fines. Principio que traslada la evaluación de las decisiones políticas de sus intenciones a sus resultados. La eficacia, como principio o valor de la acción política, es la ética de la responsabilidad frente a la ética de la convicción. Es sentido de realidad y exigencia transformadora. Es el valor que hace de la política razón práctica.

¿De qué eficacia presume el PRI? ¿Del manejo irresponsable de la economía que generó déficit en la cuenta corriente equivalente a 6% del PIB en 1980 y de casi 8% en 1994 y 1995? ¿Es esa fatal combinación de deuda y baja recaudación que provocó las crisis de 1976, 1982, 1987 y 1994? ¿O la inflación de 120% anual en 1983? ¿La eficacia que produjo la devaluación del peso en 562% durante el sexenio de López Portillo y de 1,555% durante el gobierno de Miguel de la Madrid? ¿La eficaz represión de los opositores políticos o la censura a los medios de comunicación? ¿La eficaz connivencia con el narcotráfico, según lo ha relatado Miguel de la Madrid?

El PRI gobernó 67 años con mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. En 1997 perdió la mayoría en la Cámara de D iputados. No podía hacer por sí mismo las leyes ni disponer a discreción de los recursos públicos. Apareció el régimen del gobierno dividido: el régimen de la pluralidad decisoria que exige acordar con el adversario, asumir el punto de vista del otro, imprimir el sello de la oposición en las políticas públicas. Tres años después, en 2000, los eficaces priistas fueron expulsados de Los Pinos por los ciudadanos. A juzgar por el resultado, los priistas no fueron muy eficaces para gobernar sin una mayoría parlamentaria estable.

La supuesta eficacia del PRI no es más que el régimen del partido hegemónico, de las mayorías monocolores. A pesar de que dispusieron de todas las estructuras de poder durante más de deis décadas, las consecuencias de sus gobiernos son desastrosas: crearon un sistema político basado en la repartición de privilegios, el corporativismo y la prebenda; alentaron monopolios, públicos y privados; evadieron las decisiones difíciles, para no renunciar al aplauso de temporal; malgastaron la riqueza nacional con falsos prejuicios patrioteros y una corrupción galopante. La eficacia priista es el reino de los problemas ocultos y las soluciones simuladas. Nada de qué presumir.

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