lunes, 14 de septiembre de 2009

Acción Nacional

Una idea, un liderazgo y una coyuntura. Tres circunstancias que gestaron la fundación de Acción Nacional, según explican Alonso Lujambio y Fernando Rodríguez en el estudio introductorio de la compilación de documentos, actas y cartas que circundaron a la Asamblea Constitutiva celebrada entre el 14 y el 17 de septiembre de 1939, cuya publicación coincide con el septuagésimo aniversario de su realización. En esas tres circunstancias radica la esencia de Acción Nacional. En esas tres circunstancias están también las claves de su futuro.

La idea. “Acción Nacional nació en 1929”, sentenciaba Manuel Gómez Morín ante la Asamblea Constitutiva. Veía en aquel año una dolorosa e infructuosa aventura. En las cartas que escribió a José Vasconcelos, entre 1926 y 1928, había intentado persuadir a su maestro de apostar por la acción política a través de una “organización bien orientada y con capacidad de vida” y abandonar la tentación del entusiasmo de ocasión, los “procedimientos de agudo personalismo”, aquello que se hace exclusivamente “por un hombre y para un hombre”. Gómez Morín veía en los caudillismos la fuente de los males nacionales. Insistía por ello en un programa que señalara el camino que debe seguirse, “una afirmación sincera de valores que puedan dar sentido a cualquier obra” y, al mismo tiempo, en la necesidad de una organización que diera trascendencia a la obra personal. Vasconcelos despreció la idea de un partido permanente. En la experiencia de 1929, dicen Lujambio y Rodríguez, germinó sin embargo la idea de Acción Nacional.

El liderazgo. Gómez Morín pedía a Vasconcelos ponerse al frente de un nuevo “impulso de acción”. Pasarían unos años para que él mismo se propusiera encabezar el esfuerzo que su maestro nunca asumió. La defensa de la autonomía universitaria y de la libertad de cátedra, frente al intento socializante de callistas y cardenistas (1933-1934), lo convirtieron en una figura política de escala nacional y lo acercarían a un grupo de jóvenes universitarios con los que más tarde formaría Acción Nacional. El paso por la Rectoría de la Universidad dio a Gómez Morín el liderazgo político que tenazmente invertiría en la creación de la organización, en un contexto de polarización social, con la clase media, la Iglesia y el empresariado movilizados y, sobre todo, de incertidumbre sobre el rumbo que tomaría el régimen político con la II Guerra Mundial en puerta y el advenimiento de las ideologías totalitarias. Con el recuerdo amargo de 1929, Gómez Morín no desaprovechó esa nueva oportunidad.

La coyuntura. El cardenismo había dividido a la sociedad mexicana. La oposición estaba fragmentada en la ambición de caudillos cultivados en el propio régimen. El triunfo de Ávila Camacho sobre el continuismo de Múgica no dejaba entrever con claridad un programa de rectificación de las políticas cardenistas. Acción Nacional nace con un dilema: participar o abstenerse en la elección de 1940. Según Gómez Morín, participar en esa elección significaba dejarse llevar nuevamente por la ilusión del momento y comprometer el destino de una acción que estaba llamada a ser brega de eternidad. Tomar parte era legitimar un “albur con truhanes profesionales y cartas marcadas”. Adoptar un candidato externo suponía la falsa puerta del personalismo, dejar a su suerte la idea, sacrificar las posibilidades del largo plazo en la coyuntura electoral inmediata. Repetir, en suma, la aventura de 1929.

“Acción Nacional nació en 1929”. Es una idea, la suma de liderazgos, los dilemas que imponen las coyunturas: 1929 enseñó a Gómez Morín que la renovación moral de una sociedad radica en la constante afirmación de fines elevados que dan inspiración a la voluntad individual y colectiva; que más que un iluminado, un hombre carismático o un hombre fuerte, el mejoramiento progresivo de las condiciones espirituales y materiales de una sociedad requiere una generación “libre y limpia”, como aquélla, la de Gómez Morín, la de 1915; que los problemas que nos son propios y comunes se resuelven con la técnica que hace evitable el dolor humano que por evitable es injusto. El futuro del PAN es una permanente convocatoria a una generación que sea capaz de mirar más allá de la agitación temporal y sin trascendencia, de subordinar el apetito personal al bien común. Es el PAN una generación unida en torno a una idea. Una generación dispuesta a enfrentar con responsabilidad y sentido histórico las coyunturas.

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